En el mundo animal, lo más común es que la mayoría de especies sincronicen sus temporadas de apareamiento con el momento del año que otorgue las condiciones más aptas para la supervivencia de sus crías. No es casualidad que la primavera y el comienzo del verano, cuando el clima es más cálido y los paisajes reverdecen, sea el momento favorito de la naturaleza para multiplicar la vida.
No obstante, en el caso de los humanos, los factores sociales parecen jugar un rol más importante que los instintos.
Una investigación de 2008 sorprendió a los investigadores, los resultados revelaron que los hombres encuentran más atractivo el cuerpo de sus parejas durante el invierno, cuando las temperaturas son más frías y cuando la piel está menos expuesta. Este fenómeno podría relacionarse con tener más sexo en esos meses.
Otras investigaciones han intentado encontrar la causa a nivel microscópico: un estudio elaborado en 2013 que analizó más de 6 mil muestras de semen humano a lo largo de tres años, encontró que los espermatozoides con más movilidad y menos mutaciones (es decir, más saludables y con mejor probabilidad de fecundar el óvulo) aparecían durante el invierno.
Y aunque estas explicaciones parecen plausibles, aún no existe evidencia científica suficiente para demostrar algún mecanismo para demostrar si los espermatozoides realmente se ven favorecidos en esta época del año.
En el otro extremo, algunos científicos consideran que esta correlación también podría explicarse en términos sociales más sencillos: entre festividades, vacaciones y otros eventos, tanto el invierno como el verano son las estaciones en las que tenemos más tiempo libre para socializar y por lo tanto, la disposición y los momentos para tener más sexo pueden multiplicarse durante esta época del año.