‘Uno me enseñó sobre amor, uno me enseñó sobre paciencia y uno sobre dolor. Ahora estoy maravillosamente. Diría que amé y perdí. Mirá lo que tengo, mirá lo que me enseñaste…Paso más tiempo con mis amigos, no me preocupo por nada, además conocí a alguien nuevo, y tengo mejores discusiones…Por eso te digo, ¡Gracias!¡Siguiente!. Estoy tan jodidamente agradecido con mi ex…’ – Ariana Grande
Desperté ese día inquieto, demasiado caliente, como esos días que necesitás masturbarte como para empezar el día. Así de caliente. Era finales de noviembre del 2019, se acercaba Friendsgiving, una especie de cena de Acción de Gracias con amigos, que no era más que una excusa para juntarnos todos por última vez en el año. Siempre los agasajo cocinando una entrada, un pavo gigante y un postre. Durante esas últimas semanas del año, siempre está presente ese dejo de nostalgia de lo vivido, los recuentos del año, un poco de melancolía de lo que se deja atrás y agradecimiento por los buenos momentos. Todo esto se me cruzaba mientras preparaba el menú de lo que sería la última cena en la vieja normalidad…
Entrada:
¿Recuerdan cuando teníamos el privilegio de los supermercados abiertos a las 10:30? Bueno, ahí estaba yo, a minutos del cierre, comprando todo para la cena. Tratando de apurarme lo más posible a meter todo en el canasto con la música al máximo volumen. De repente un mensaje interrumpe la programación. Era Samuel. ‘UGH, ¿por qué nunca es el chico que querés que sea?’. Pensé y le clavé el visto, al menos hasta llegar a casa. Las cosas con él estaban raras. Hacía 6 meses que nos conocíamos y lo único que hacíamos de vez en cuando era darnos unos cuantos besos y dormir juntos. Y al principio estaba todo muy bien, pero desde que me dijo que en realidad estaba enamorado de un amigo suyo y que lo nuestro era: ‘sexual entre muchas comillas’, ya como que todo se había desgastado. ¿Lo peor? Que los besos seguían siendo espectaculares. ¿Y quién puede, en su sano juicio, desperdiciar besos espectaculares?
Tener una relación abierta asexual con él no era problema, pero durante meses yo había sido sólo Samue-sexual, tenía ganas de conocer a alguien nuevo. Pero siempre antes de avanzar, aparecen destellos de amores olvidados. Y así fue como comencé a recordar mucho a Mateo. Con él no habíamos terminado tan bien. Si bien nunca habíamos llegado a ser nada, él cometió un error, que analizándolo después de un tiempo, no había sido tan grave. Y yo reaccioné exageradamente y me cerré a darle una oportunidad. Digamos todo: yo aún no estaba preparado para encarar nada, todavía estaba enamoranclado al Sr. Q y siento que autoboicotee todo. Pero al menos, en ese momento, yo era consciente de eso, y aunque estaba sobrepasado por todo, intenté solucionarlo a los pocos días. Lástima que para ese entonces él ya me había bloqueado. Me molestó que sea así de infantil. Durante toda esta semana había pensado mucho en él, no sé porque ¿será una señal?
Esa noche, mientras adelantaba preparaciones y cocinaba cosas para la cena del otro día. Recibí otro mensaje. Era Samuel, diciéndome que estaba abajo. Una parte de mi quería mentirle, esconderme y decirle que no estaba en casa. Pero no podía hacerle eso, dejé todo lo que estaba haciendo y bajé. Me estaba esperando en la entrada, como siempre, con ansias de pasar, ansias de besos. De hecho, podía ver sus ansias en su jogging. A penas abrí la puerta, se me abalanzó como un cachorro. Ya no hacía falta ni hablar, nos dejábamos llevar por la memoria corporal. Ese iba a ser mi último gran beso A.C. (Antes del Corona). Agradezco que lo haya sido.
Plato Principal:
A la mañana siguiente, Samuel se fue casi sin decir palabra. Sólo un beso inerte de despedida. Ya ni se esforzaba por inventar una excusa para irse lo más rápido posible. Por un lado, mejor, porque tenía que hacer mil cosas para la cena de esa noche. Yo entiendo, a todos nos pasa que después del sexo, lo único que queremos es volver a nuestras casas, con nuestra almohada o hasta estar solos. También porque él siempre me aclaró de su grisexualidad. Pero su frialdad estaba comenzando a hacerme dudar de si en verdad no se arrepentía de su decisión de verme, de estar conmigo ¿acaso yo era un desliz? ¿un error? Y me preguntaba a mí mismo: ¿acaso me gustaba tanto él como para rebajarme a ser una de esas dos opciones? A veces es necesario preguntarse: ¿cuánto de esto es culpa del otro y cuánto es culpa nuestra por haber clickeado ‘aceptar’ en la parte de términos y condiciones?
Después de bañarme, salí rumbo a mi verdulería favorita para terminar de comprar algunas frutas y verduras para las guarniciones. Pero sobre todo era una excusa para ver a mi verdulero favorito.
Unos meses atrás, me atendió por primera vez. E inmediatamente hubo como una ondita. No sé cómo explicarlo, fue como que nos caímos bien en el acto. ¿un flechazo?. No sé si tanto, pero algo similar. Al principio pensé que era algo del chamuyo de buen vendedor. Que estaba tirando fruta para vender más fruta. Pero después lo vi interactuar con otra gente y no era así con los demás. De hecho, era bastante serio y formal. Hacía algo que me calentaba mucho, cada vez que le hablaba, ponía sus manos atrás, como si las tuviese atadas a la espalda, esperando a que le dé órdenes. ¿Mencioné que estaba muy caliente esas semanas?.
Una vez, sucedió algo extraño. El atiende con otras dos personas la verdulería, pero ese día, él no estaba adelante, estaba haciendo algo atrás de la tienda. Sus compañeros estaban desocupados, conversando. Y apenas me vieron, lo llamaron a él específicamente para que me atendiera. ¿Raro no?. Como sea, ahí fue como supe que le decían Luchito. ¿Será Luciano? ¿Luis?. Eso no era importante. Lo importante era que había algo de complicidad con los amigos. Esto de que lo llamaban a él para atenderme se repitió varias veces. Hasta le sonreían. Él se ponía un poco nervioso. Y yo también, sobre todo cuando traía frutas y verduras y las ponía en mi bolsa. Nuestras manos se rozaban y yo hacía un esfuerzo sobrehumano para que no se notara lo incómodo que me hacía sentir. Ni hablar de que éramos un desastre con la plata, el vuelto y las monedas resbalando entre nuestras manos temblorosas, torpes, de enamoramiento adolescente.
Esa mañana hacía mucho calor, o puede que había quedado algo caliente después de mi encuentro con Samuel. Cuando llegué había una fila larga de gente esperando en la verdulería. A lo lejos lo vi a Lucho. Tenía una remera algo ajustada, y en los brazos se le marcaba esa vena sexy cada vez que agarraba algo. No podía dejar de observarlo. De repente, una chica con un bebé en brazos se saltea en la fila y todos comienzan a reclamarle. Lo que no sabíamos es que era su novia/esposa. Ella procede a darle un piquito en la boca para taparnos la boca a todos nosotros. Él se sentía incómodo y lo primero que hizo fue mirarme. ¿Raro no? Quizás escuchó el crujido de mi corazón partiéndose un poco, como el sonido que hace cuando la despedazás con la mano. Desde entonces nuestra relación ya no fue la misma.
Más tarde mientras preparaba el pavo, agradecí ese momento con el verdulero. De alguna forma me hizo reflexionar. Quizás era hora de dejar de desvalorizarme, dejar de ser el segundo. Dejar de rebajarme para tener solo una mínima fracción del cariño que merezco. ¿Acaso no merecía más que las migajas del cariño de alguien? ¿Acaso no merecía estar al frente con las buenas frutas y no aplastado al fondo del cajón? ¿Acaso no merecía ser el plato principal y dejar de ser el tentempié?
Después de meter el pavo al horno, decidí escribirle a Samuel. Un mensaje conciso y concreto (porque no quería ser de esos intensos que mandan planteos re largos por WhatsApp). Le expliqué que por más que disfrutaba mucho sus besos y lo que hacíamos en nuestros encuentros, sentía que ya no me satisfacía seguir haciéndolo. Que me gustaba más al principio, cuando sentía que de su parte había algo de cariño, algo de emoción. Seguirlo haciendo así no me servía. Le aclaré que no tenía que ver con su asexualidad, que me daba cuenta que él tampoco la estaba pasando bien las últimas veces. Él me contestó casi de inmediato y me dio la razón. Pero que no tenía que ver tanto conmigo, que tenía un lío en la cabeza. Nos despedimos cordialmente y agradecimos por los buenos momentos que pasamos. No volví a saber de él hasta muchos meses después, pero esa es una historia para otro momento.
Postre:
Esa noche ya me sentía mucho mejor. hasta me había cambiado el semblante. A veces, hay que hacerle caso a tu propio cuerpo. Cuando alguien no te está haciendo bien, el cuerpo responde. Hay que estar atentos y observarlo.
La pasamos espectacular con mis amigos. después de unos años había mejorado la técnica del pavo, cenamos, tomamos, nos divertimos mucho. Agradezco haber tenido esa noche juntos, sin saber que iba a ser de los momentos que más iba a extrañar durante los próximos años. Esta es una de las columnas que más tardé en escribir. De alguna forma me quería aferrar a este recuerdo un ratito más. No dejarlo ir.
Después del postre, nos quedamos tomando y como siempre, jugando algún juego de mesa mientras hablamos de nuestras vidas amorosas. Muchos estábamos en esa de que nos gustaría conocer a alguien nuevo. Así es como terminamos abriendo Tinder. Y no sé si fue la ley de atracción o qué, pero apareció, entre los candidatos, el perfil de Mateo. Algunas nuevas fotos y su perfil esperando el corazón o la cruz. Se lo mostré en secreto a mi amigo Tomás. ¿Qué hago? Él me aconsejó que le diera otra oportunidad. Y con un poco de nerviosismo, apreté corazón.
A la mañana siguiente me despertó el sonido del celular. ¡Tenía un match!, era Mateo. Fue la frutilla del postre que necesitaba ese año.
Se venían dos años complicados. Una pandemia mundial, tristeza, incertidumbre, depresión, vértigo y ataques de pánico. Pero también, mucho tiempo para reflexionar, nuevos amores, amores diferentes. Nuevas y creativas formas de relacionarse y hasta nuevas formas de que te rompan el corazón. ¿Finalmente llegará un nuevo mordisco al corazón?. Todo estaba a punto de cambiar, por eso agradezco haber tenido el recuerdo de esta noche junto a mis amigos para aferrarme en los momentos más oscuros. Así que, GRACIAS ¿qué sigue?.
[La Temporada 7 continúa esta Primavera…]
Pablo, tu columna me ayudo a reconocer el momento q estoy pasando con un boludo, que me tiene en el fondo del cajon de frutas, y no soy su prioridad.
Sera que la intensidad, la de amar a todo o nada es mal vista?
Gracias por compartir tus experiencis
Hola Cristian, me alegra que lo que escribí te haya ayudado en algo, es uno de los objetivos de esta columna. Si para alguien amar intensamente está mal visto, quizás no sea alguien por quien luchar. ¿No te parece? Gracias a vos por comentar y contar tu historia. Saludos.