De un tiempo a esta parte, muchos cineastas están procediendo a estrechar los límites del documental, interviniendo de forma ficticia o metaficcional en el ámbito que abordan.
Un ejemplo reciente es el confuso documental TheMole Agent, en el que, para hacer hablar a los ancianos de una residencia de ancianos, se les engañaba introduciendo un infiltrado que se hacía pasar por residente
En el caso de la película de Marco Berger, parece que se llevó a cabo una operación similar. Presenta su película como un documental, aunque hace una advertencia en los títulos iniciales.
Tal vez debería definirse como “docudrama in situ”, ya que la trama sigue a dos personajes que son actores y que son (¿o son?) amigos (Vilmar Paiva y Franco Heiler).
Uno de ellos participa en las comparsas del Carnaval y el otro participa más como espectador cercano. ¿Son de Gualeguaychú? ¿Participan realmente en el Carnaval todos los años?
Predominan las escenas de diálogo (con otros jóvenes que seguramente son comparsas de verdad), algunas de estilo reportaje.
De hecho algunas durante los desfiles y muchas, pero muchas, en los vestuarios, con el habitual regodeo de primeros planos de colas y bultos típicos de Berger y algunos desnudos de los chicos (chongos) y el backstage de cómo se “montan”: maquillaje y un vestuario que parece una mezcla de starlet y gladiador.
El resultado e incluso el objetivo de la película son cuanto menos confusos (ayudados por un plano sonoro directo que dificulta el seguimiento de los diálogos) y cansinos por sus repeticiones:
¿intentó el director retratar un ambiente o sustrato potencialmente homoerótico en esos chicos que se visten?
¿Sus trajes y desfilan con orgullo y sin conflictos o es todo fruto de la intervención que realiza y de sus proyecciones y marcajes?
Quizás lo único claro es el concepto de carnaval como tiempo de licencias, en este caso las que se toman los jóvenes que componen las comparsas, con gran entusiasmo y orgullo.