“Quiero ser la primera de muchas”, manifiesta Mariana Miceli (43), la primera abogada trans de Mar del Plata, minutos después de participar de la ceremonia de jura en el Colegio de Abogados de la ciudad. En su voz, se percibía alegría; en sus palabras, el deseo de que historias como la suya no sean la excepción, sino la regla.
En el medio de una pandemia, con barbijo y distancia mediante, Mariana Miceli le sacó la lengua al destino. Ese que, en Argentina, le depara al colectivo de la diversidad un promedio de vida de entre 35 y 41 años y un 35% de abandono escolar por discriminación. Ese mismo que, según las pocas cifras oficiales del Indec al respecto, hace que un 20% declare no realizar ninguna actividad por la que obtenga dinero y el 80% restante se prostituya o acceda a trabajos informales.
“Claramente le vencí a un sistema que iba en contra de todas las expectativas para mí. Tengo más de 40 años, pude recibirme, soy abogada y trabajo de eso. Es decir, fui contra la corriente y gané, pero la inmensa mayoría de las compañeras no logran ingresar al sistema educativo o continuar con sus estudios y, por ende, tampoco logran ingresar al mercado de trabajo formal. Es una cadena de marginalidad y las discriminaciones se van concatenando de modo tal que te terminan excluyendo de la sociedad“, explicó Mariana. Las meritócratas no existen, sino las sobrevivientes y las excepciones.
Al igual que muchas historias de personas que integran el colectivo de la diversidad, la de Mariana también incluye la discriminación, las dificultades para progresar y la ausencia de un círculo familiar que entienda y apoye.
“Yo quiero quiero ser la primera de muchas. La lucha es para no ser la excepción. La lucha es que nunca más sea noticia que una chica trans se recibió de la universidad. Que sea común, que sea moneda corriente. Esa sí habrá sido nuestra verdadera victoria“, concluyó.